OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE ALBEDRÍO

jueves, 22 de noviembre de 2007

TARJETA AZUL PARA ENTRAR EN LA UNIÓN EUROPEA

Pedimos trabajadores pero vinieron personas
¿Queremos o no inmigración? ¿Cómo hay que impedir que lleguen más inmigrantes?
Nos estamos haciendo las preguntas equivocadas de un falso debate: hubo inmigración en el pasado, hay inmigración en el presente y probablemente aumentará en el futuro. No se pueden poner puertas al campo ni al mar.

El modelo de Globalización neoliberal facilita los movimientos de las mercancías, de los capitales, de los servicios y de los turistas al máximo, pero también pretende dificultar, al máximo, el movimiento de los trabajadores.
La pregunta importante no es por qué vienen los emigrantes, sino por qué no vienen más, dadas las diferencias entre el Norte y el Sur.
El primer paso es reconocer que existe el derecho a emigrar porque existe el derecho a una vida digna para todos.

A los emigrantes los necesitamos y los odiamos. En cuanto llegan a un distrito, se topan con esa antipatía atávica del lugareño hacia el extraño, el forastero, con un odio que se repite desde los comienzos de la historia, desde la aldea más primitiva a nuestras granjas industriales” (John Steinbeck, Los vagabundos de la cosecha, 1936)

Intermón Oxfam ha presentado, el pasado octubre un clarificador informe llamado Puertas al mar, que empieza diciendo:
“El movimiento internacional de personas ofrece oportunidades sin precedentes en la lucha contra la pobreza y la desigualdad. Sin embargo, las políticas migratorias de los países ricos echan por la borda gran parte de este potencial: violan los derechos de los emigrantes y reducen los beneficios para los países de origen y los de destino. El primer paso es un cambio en las políticas de control de fronteras”.

Necesitamos menos vallas y más inspectores de trabajo
Hay que huir del simplismo y dejar de gastar fortunas en políticas de seguridad y cierre de fronteras que se demuestran inútiles” (declaraciones de Arian Arpa, directora de Intermón Oxfam en La Vanguardia)

La inmigración, como nos recuerda la historia reciente de España, ofrece beneficios para el emigrante, para el país de origen y para el de acogida.
El Informe indica que flexibilizar las fronteras daría entrada a los 400.000 inmigrantes anuales que precisa España para mantener su ritmo de crecimiento económico, en lugar de a los 210.000 trabajadores regulares que entran ahora. Además, facilitaría el regreso a casa, es decir, una inmigración temporal, la de toda la vida, la que se practicaba desde Marruecos en temporada de cosecha antes de que se empezara a exigir visado, en lugar de obligar al inmigrado a aferrarse al Norte ante el riesgo de no poder entrar más.

En vez de estimular los beneficios, los esfuerzos políticos y económicos en la gestión de la inmigración se han centrado en un control obsesivo de las fronteras. Los países desarrollados gastan verdaderas fortunas y una considerable energía social en tratar de impedir la entrada irregular de los mismos inmigrantes que nuestras sociedades necesitan.
Se estima que el coste de prevenir la inmigración en los cinco países industrializados más protegidos es de 17.000 millones de dólares.
En el caso de España, los gastos han aumentado hasta un punto que roza la obscenidad:
El coste de mantener una ‘pareja’ de barco y avión para la vigilancia de fronteras es de 3.700 euros la hora. Esta cantidad equivale a la renta anual total de diez ciudadanos de Sierra Leona.
Sólo la tercera fase de la valla de Melilla costó lo mismo que tratar de malaria a 11 millones de niños africanos.

“Desde Interpón Oxfam no creemos en el efecto llamada, sino en el efecto expulsión. No sólo hay que regular lo que pasa en nuestras fronteras, sino tener políticas de desarrollo y lucha contra la pobreza coherentes, que eviten que emigren”. Arpa pone como ejemplo, la política española en las negociaciones entre la Unión Europea y los países de África, Caribe y Pacífico que puede dejar en el paro el año que viene a 400.000 kenianos en el sector de la leche.

La Tarjeta Azul
Actualmente, el 55% de los trabajadores cualificados que emigran va a Canadá y Estados Unidos, que cuenta con la Tarjeta Verde, y sólo el 5% a la UE. Para mejorar nuestra parte de este pastel, la Comisión Europea propondrá la creación de la llamada Tarjeta Azul para facilitar la entrada a la UE de inmigrantes muy cualificados y hacer frente a la escasez y envejecimiento de mano de obra en determinados sectores (informático o aeronáutico). La iniciativa permitiría, si se cuenta con un contrato de trabajo, una estancia de dos años prorrogables a otros dos, tras los cuales podría obtener un permiso de estancia de larga duración. No se trata de abrir la puerta a 20 millones de inmigrantes sino a 70.000.
Esta medida que aparentemente puede suponer beneficios mutuos, tiene un alto riesgo de que acabe perjudicando a los países en desarrollo si estos emigrantes no acaban retornando a su país. Flaco favor haremos a los países del Sur fomentando esta fuga de cerebros al atraer a sus escasos trabajadores más cualificados que son imprescindibles para fortalecer sus débiles economías.


Algunos datos que publica La Vanguardia el 9 de diciembre:
India exporta casi 60.000 médicos.
El 85% de las enfermeras de Filipinas trabaja en el extranjero.
El 65% de los médicos de Mozambique emigra.
Hay más médicos etíopes en Estados Unidos que en la propia Etiopia.
Hay más médicos de Malaui en Londres que en su propio país.
En pequeños países como Antigua, Granada o Guyana, más del 70% de los médicos han emigrado.

Algunas propuestas
El Informe aclara que “No hablamos de abrir fronteras de forma indiscriminada ni de papeles para todos. Se trata de gestionar la inmigración desde la perspectiva del respeto a los derechos humanos”.
“Si queremos contribuir al desarrollo de los países pobres, una política migratoria justa e inteligente es una de las formas más eficaces de hacerlo. Una gestión inteligente de los flujos migratorios podría generar una prosperidad global sin precedentes”.
Este informe propone al Gobierno y a la sociedad española trabajar en dos ámbitos:
· primero, poner la emigración al servicio del desarrollo a través de unas políticas activas que incluyan un nuevo modelo de gestión de fronteras.
· Segundo, reducir la intensidad de los factores de expulsión para hacer de la emigración una decisión voluntaria, ordenada y protegida por derechos fundamentales.

El Informe también propone completar estas medidas con un programa ambicioso de migraciones circulares que incluya incentivos para el retorno.

Una de las prioridades a corto plazo es reducir el coste de los envíos de dinero que hacen los inmigrantes (remesas) que están sujetas a un complejo mecanismo de cargas financieras y trabas burocráticas que dificultan innecesariamente su transferencia (Ver mi Entrada Controlando que es gerundio)
El total de las remesas enviadas desde España a los países en desarrollo fue en 2006 de 6.807 millones de euros, con un coste medio de 6,23 por ciento. Si, como ya se ha hecho en otros países, se introdujesen medidas para reducir a la mitad el coste medio de los envíos, se podrían liberar recursos por valor de 212 millones de euros anuales. Esta cantidad es superior a toda la ayuda bilateral que España concedió en 2006 a 42 países de África subsahariana.


Además de reducir el coste de las remesas, es imprescindible luchar contra la discriminación laboral y financiera de los inmigrantes. A la hora de pagar una vivienda, por ejemplo, los inmigrantes podrían estar haciendo frente a tasas abusivas. Parece ser que muchos emigrantes se ven en la obligación de pagar entre tres y cinco puntos porcentuales por encima de lo que paga un nacional. Si consideramos el volumen total de préstamos en manos de inmigrantes (alrededor de los 51.000 millones de euros), un sobreprecio del 3 por ciento se traduciría en un coste añadido de 1.530 millones de euros anuales para la economía de los inmigrantes y de sus países de origen.

Los riesgos de la inmigración
El Informe es realista y afirma “Sería irresponsable plantear un modelo más flexible de políticas migratorias sin considerar los costes que lleva asociados.
La emigración entraña riesgos que no se pueden ignorar, y sus beneficios están lejos de ser automáticos. Provoca tensiones y desajustes tanto en las sociedades de origen como en las de destino, y puede suponer una experiencia traumática para el individuo que se decide a emigrar.
Para los países de destino, la competencia por los servicios públicos y la incomprensión cultural mutua provocan tensiones y frustraciones en emigrantes y comunidades de acogida.
El reto más importante, sin embargo, es el que deben enfrentar el propio emigrante y el país que le acoge. Instalarse en un país y una cultura nuevos siempre supone un esfuerzo extraordinario, pero en ocasiones el viaje simplemente no merece la pena. Las situaciones de explotación laboral y exclusión social ocurren con demasiada frecuencia, y en muchos casos se ceban en las mujeres, cuya nueva situación les hace aún más vulnerables a los malos tratos, la explotación y la discriminación que ya padecían en sus países de origen.
Tanto los inmigrantes como las asociaciones en las que se organizan tienen una importante responsabilidad a la hora de fomentar la convivencia en las sociedades de destino y evitar la burbuja social, cultural y religiosa que acompaña en ocasiones a la inmigración. Pero se trata de un ejercicio de adaptación mutua”.

Auge de la nueva extrema derecha
El debate sobre la inmigración puede acarrear gran demagogia y está cuajado de prejuicios y verdades aceptadas que impiden tomar decisiones serenas.
Es muy importante hacer un ejercicio de pedagogía social que desmonte, y no al contrario, los mitos sobre la carga que supone la inmigración. Demasiado a menudo algunos partidos y líderes de opinión promueven políticas xenófobas y juegan de manera irresponsable con este asunto, trasladando a la sociedad ideas que, sencillamente, son falsas.
A lo largo y ancho del mundo desarrollado se suceden las medidas populistas y soberanistas que proponen reducir las fronteras a un pequeño agujero por el que sólo entren quienes nosotros decidamos y en las condiciones que hayamos establecido.

Un dato preocupante, el líder de la extrema derecha en Francia, Le Pen, es el más votado por los obreros que han abandonado a los partidos de izquierda.
Es tarea de todos los demócratas solucionar problemas como los causados por una inmigración mal gestionada o la ineficacia gubernamental contra la delincuencia que son formidables argumentos para los nuevos movimientos de extrema derecha.

Yo no quería que mi hijo se fuese, pero él no podía soportar que su madre le mantuviera” (madre senegalesa)

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