Amparándose en el principio de que, en Democracia, la política se decide en el Parlamento y no en la calle, estos dirigentes (los nuestros) ignoran el desconsuelo de amplias categorías sociales obligadas a recurrir a la huelga o a la manifestación callejera, expresiones de la Democracia Social, para reflejar su malestar específico (el voto democrático, precisamente por ser general y universal, no siempre permite la expresión de sensibilidades particulares). Actuando de ese modo, tales gobiernos yerran. Se comportan como si la legitimidad electoral se impusiese sobre las demás formas de legitimidad y de representación, y en particular sobre la legitimidad de la democracia social. En cualquier caso, esa inflexible actitud puede alentar a las masas descontentas, en una segunda etapa, a rechazar el diálogo social y a buscar un enfrentamiento frontal.
(Ignacio Ramonet)
OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE ALBEDRÍO
sábado, 9 de octubre de 2010
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