OBSERVATORIO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD Y AL LIBRE ALBEDRÍO

miércoles, 2 de febrero de 2011

¿Quién es el malo?

El encuentro inesperado con la bella y poderosa voz de Silvia Pérez Cruz junto a las impresionantes percusiones de Coetus interpretando de forma magistral Gallo Negro Gallo Rojo de Chicho Sánchez Ferlosio, me ha emocionado por tratarse de una canción pasada de moda, que me trae recuerdos de lucha contra la Dictadura franquista.
Recuperado de la sorpresa me planteo: cuando la canción protesta únicamente permanece en las bibliotecas y en el recuerdo de algunos nostálgicos ¿qué hace una veinteañera cantando esa canción en la rica y cómoda Sociedad española actual? Ahora que no se protesta más que de las ineficacias de un Estado paternalista que no nos ofrece Servicios gratuitos perfectos y ahora que no queda enemigo contra el que luchar ¿o si queda?
Uno de los ingredientes que ayudaron al éxito arrollador del cine de Hollywood era la nítida diferencia entre Malos y Buenos. Los Malos aunque inicialmente parecia que ganaban, inexorablemente acababan siendo vencidos y el Bueno se imponía finalmente. Parece claro que para que surja un luchador tiene que haber un Malo fácilmente identificable, motivo por el que en el Franquismo, la Oposición lo tenia muy claro, y motivo por el que en la actualidad aunque exista malestar no somos capaces de identificar al Malo (o Malos).
Ahora nuestro Malo está camuflado en la sombra, no tiene rostro o tiene un rostro paternal, pero su maldad la sufrimos en múltiples ocasiones de forma difusa pero igualmente eficaz mientras estamos entretenidos por el novedoso espectáculo mediático (deporte a todas horas, información exhaustiva de “TODO” lo que ocurre en el Planeta y en la vida de los famosotes, concursos varios, etc.). Así, no es de extrañar que no sepamos contra quien enfocar nuestra rabia cuando la especulación pone el precio de la vivienda inalcanzable, cuando la injusticia provoca miseria y persecuciones que obligan a ingentes masas a emigrar, cuando la lucha contra el terrorismo aupa una Seguridad que acabará con nuestra recién estrenada libertad, cuando la globalización capitalista , lejos de repartir la riqueza como prometió, incrementa las desigualdades, cuando la agricultura tradicional está amenazada de extinción y obesidad es una plaga, cuando la Sociedad de Control presente únicamente en la mente del guinista de pelis futuristas aparece cada vez más real gracias a una tecnología imparable y cada vez más poderosa.

¿Pero quién es el malo? ¿Bush, Aznar, Obama, Zapatero, el G8, el G20, El Club de Davos, el Club Bilberg, Wall Street, Botin?
Carecer de un Malo con cara y ojos, como lo fue Franco, nos hace difícil que protestemos, a no ser que hagamos un gran esfuerzo de información y reflexión.
Por otra parte, los grandes Partidos y Sindicatos han renunciado a todas las ideologías que movilizaron históricamente a las masas, excepto la del Poder por el Poder. Nuestros ilustres intelectuales miden milimétricamente su discurso para no salirse de la foto del cómodo reparto de beneficios y los periodistas sobreviven contentando al empresario mediático que les paga, cada vez peor.
Pero además, para protestar con eficacia hay que ofrecer alternativas factibles aquí y ahora. El desprestigio sufrido por el Comunismo, como la gran alternativa al mercado capitalista, ha sido de tal calibre que nadie se atreve a mentarla. Y de momento no somos capaces de pensar otras alternativas: ¿cooperativismo, microempresas, autónomos sólidos, trueque, . . .?

Habrá que confiar en que la lenta pero inevitable subida del precio del petróleo nos preste una ayuda impagable para conseguir lo que políticamente somos incapaces: frenar el hiperconsumo y por tanto el deterioro ambiental, el low cost del mercado globalizado que está chinatizando la vieja Europa y frenar la bomba demográfica.

Hay que atar corto al cada vez más poderoso Cartel de grandes empresas multinacionales que, cual gigantesca hidra, amenaza el Poder de los Estados, para retroceder a la situación en que las empresas eran controlables.

Hay que dotar de poder a la ONU para que ejerza cierto Gobierno mundial que consiga el respeto universal de los Derechos Humanos e imponer una Corte Internacional de Justicia.

Otro mundo es posible, es necesario, es imprescindible. Pero para ello, todos debemos conseguir un cambio personal que nos haga más solidarios y nos ayude a valorar la verdadera riqueza: la interior.

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